Cuentos

CUENTOS TRADICIONALES

 

  1. El alcaraván y la zorra

  2. El collarito de oro

  3. El cuento de la Chorovitita

  4. El cuento de la Pamparrampuya

  5. La asaúra

  6. La gallina y el pollito

  7. La hormiguita y el ratoncito

  8. La piel de asno

 

 

1. EL ALCARAVÁN Y LA ZORRA

Recopiladora: Mª Angustias Nuevo Marcos, nacida en Navalmoral de la Mata.

Lugar: Navalmoral de la Mata.

Fecha: 23-5-2003

Observaciones: lo aprendió de su madre, que le contaba este cuento cuando la daba de comer. Como comprobaremos, es muy apropiado para los niños que son malos comedores, pues cuando el que cuenta la historia dice ¡Alcaraván comí! ¡A la una!, el niño, encandilado por la atención y la entonación que se le da a la frase, abre la boca. Este momento debe ser aprovechado por la madre para meterle una cucharada de comida. Lo mismo podrá hacer cuando exclame: ¡Alcaraván comí! ¡A las dos! , ¡Alcaraván comí! ¡A las tres!. Con un poco de suerte, al final del cuento el niño-a mal comedor-a se habrá terminado el plato de comida.

 

Érase una vez un alcaraván que hacía su nido en lo alto de un pino. Allí ponía  sus huevos y allí criaba a sus pollitos. Pero una zorra que lo vio quiso aprovecharse de la ignorancia del alcaraván y le decía:

 

—¡Alcaraván, échame un hijito, que si no te corto el pino con mi rabito!

 

Al alcaraván le daba mucha pena tener que darle un pollito a la zorra para salvar el resto del nido. Pero la zorra insistía y le volvía a decir:

 

—¡Alcaraván, échame un hijito, que si no te corto el pino con mi rabito! —y añadía:

 

—¡Alcaraván comí! ¡A la una! ¡Alcaraván comí! ¡A las dos! ¡Alcaraván comí! ¡A las tres! — y a la de tres el alcaraván tenía que echarle uno de sus hijitos.

 

Al poco tiempo, la zorra volvía con las mismas:

 

—¡Alcaraván, échame un hijito, que si no te corto el pino con mi rabito! ¡Alcaraván comí! ¡A la una! ¡Alcaraván comí! ¡A las dos! ¡Alcaraván comí! ¡A las tres!

 

Y el pobre alcaraván le tenía que echar otro hijito, y así se estaba quedando sin hijitos.

 

Esto se repetía año tras año.

 

Hasta que un día pasó por allí un búho y al ver al alcaraván llorando le preguntó:

 

—¿Por qué lloras, alcaraván?

 

Y el alcaraván le contestó:

 

—Lloro porque todos mis hijitos se los ha comido la zorra, porque me dice que si no la echo un hijito me cortará el pino con su rabito y así la he ido dando cada uno de mis hijitos y así cada año. Y siempre me quedo sin ningún pollito en el nido.

 

Entonces el búho le dijo:

 

—¿Pero cómo crees eso? Es una mentira, la zorra no puede cortar el pino con el rabo, eso sólo lo puede hacer el leñador con su hacha.

 

Entonces cuando volvió la zorra a pedirle un hijito diciendo:

 

—¡Alcaraván, échame un hijito que si no te corto el pino con mi rabito! ¡Alcaraván comí!...

 

Entonces el alcaraván, que ya estaba avisado por el búho, no le dejó terminar y contestó:

 

—¡A otro tonto, pero no a mí!

 

2. EL COLLARITO DE ORO

Recopiladoras: Patricia Fernández Sánchez y Sandra Fernández Cordero, nacidas en 1986 en Navalmoral de la Mata.

Fecha: noviembre del 2002.

Lugar: Navalmoral de la Mata.

Informantes: ellas mismas.

 

Era una niña a la que su madre compró un collar y le dice:

 

—Mamá, me voy a jugar con mis amigas.

 

—Pues trae para acá el collar, no le vayas a perder.

 

—Que no, que me lo llevo.

 

Entonces la niña se fue a jugar al campo, lejos y se quitó el collar para no romperle y ya se hizo de noche y se fue corriendo para casa y se le olvidó el collar y lLega a casa y le pregunta su madre por el collar.

 

—¿Y el collar?

 

—¡Ay! Se me ha olvidado.

 

—¡Pues ya estás a por él!

 

La niña, muerta de miedo, empezó a buscar y como estaba muy de noche, no lo encontró. Y salió un hombre:

 

—Niña ¿qué haces?

 

—Busco un collar que me he quedado olvidado.

 

—Mira, asómate, que aquí en el zurrón le tengo.

 

Y según se asomó, la metió en el zurrón y se la llevó por todos los pueblos, y entonces llegaba a las plazas de los pueblos y la gente se arremolinaba y él decía:

 

—Mirad señoras lo que traigo aquí.

 

Y le decía al zurrón:

 

—¡Canta, zurrón, canta, que si no te pincho con una lanza!

 

Y empezaba la niña a cantar:

 

—Por un collarito de oro que en un zarzal me quedé, ahora me veo sin padres, sin beber y sin comer.

 

Así por todos los pueblos hasta que llegó al pueblo de la niña, y en la plaza el hombre volvió a decir lo mismo:

 

—¡Canta, zurrón, canta, que si no te pincho con una lanza!

 

Y la niña cantó.

 

Estaba la abuela de la niña allí en la plaza y llegó la hora de comer y el hombre le dijo a la abuela:

 

—Mire usted, señora, ¿me puede guardar el saco este saco en su casa?

 

Y se fue a comer.

 

Y entonces la abuela que estaba con todos los nietos y todos los hermanos y empezaron los niños:

 

—Abuela, hazme una rosca.

 

Y dice la otra niña:

 

—Y a mí otra.

 

Y dice la otra niña:

 

—Y a mí un roscón, que por eso estoy en el zurrón.

 

Y dice la abuela:

 

—¡Uy! Yo diría que esa voz me suena. Volved a decir lo mismo.

 

Y otra vez:

 

—Abuela, hazme una rosca.

 

Y dice la otra niña:

 

—Y a mí otra.

 

Y dice la otra niña: 

 

—Y a mí un roscón, que por eso estoy en el zurrón.

 

—¡Ah! Sí, esa voz es la de la mi niña.

 

Y entonces abrieron el zurrón y salió la niña. le llenaron el zurrón al hombre de sapos y  culebras. Llegó el hombre y dijo:

 

—Señora, ya estoy aquí, ya me puede dar el zurrón.

 

—Sí señor, se lo lleve usted.

 

Se va el hombre a otro pueblo y decía:

 

—¡Canta, zurrón, canta, que si no te pincho con una lanza!

 

Y el zurrón no cantaba.

 

Entonces, tanto pinchar el zurrón con la lanza, se rajó el saco y salieron los sapos y las culebras y se lo merendaron.

3. EL CUENTO DE LA CHOROVITITA

Recopiladora: Sara Cabezón Sancho, nacida en 1986.  

Lugar: Mirabel (Cáceres).

Fecha: otoño del 2002.

Informante Sara Llanos Álvarez, su abuela nacida en 1927. 

Observaciones: Su abuela lo aprendió en su infancia en Mirabel y a su vez se lo contó su abuelo.  

Érase una vez una chorovitita que bajó a beber a una laguna que estaba hecha carámbano, al posarse el pajarillo en él, éste se rompió y quebró la patita de la chorovitita. ¡Pobre chorovitita!  

 

—Carámbano, ¿por qué eres tan fuerte que quebraste la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el sol, que me derrite —dijo el carámbano.

—Sol, ¿por qué eres tan fuerte que derrites el hielo, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuertes son las nubes, que me tapan —dijo el sol.

—Nubes, ¿por qué sois tan fuertes que tapáis el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el viento, que nos mueve —dijeron las nubes.

—Viento, ¿por qué eres tan fuerte, que mueves las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es la pared, que me detiene —dijo el viento.

—Pared, ¿por qué eres tan fuerte, que mueves las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el ratón, que me agujerea —dijo la pared.

—Ratón ¿por qué eres tan fuerte que agujereas la pared, que detiene el viento, que mueve las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el gato, que me come —dijo el ratón.

—Gato, ¿por qué eres tan fuerte que te comes el ratón, que agujerea la pared, que detiene el viento, que mueve las

nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el perro, que me muerde —dijo el gato.

—Perro, ¿por qué eres tan fuerte que muerdes al gato, que se come al ratón, que agujerea la pared, que detiene el viento, que mueve las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el palo, que me pega —dijo el perro.

—Palo, ¿por qué eres tan fuerte que pegas al perro, que muerde al gato, que se come al ratón, que agujerea la pared, que detiene el viento, que mueve las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es la lumbre, que me quema —dijo el palo.

—Lumbre, ¿por qué eres tan fuerte que quemas el palo, que pega al perro, que muerde al gato, que se come al ratón, que agujerea la pared, que detiene el viento, que mueve las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el agua, que me apaga —dijo la lumbre.

Agua, ¿por qué eres tan fuerte que apagas la lumbre, que quema el palo, que pega al perro, que muerde al gato, que se come al ratón, que agujerea la pared, que detiene el viento, que mueve las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es el buey, que me bebe —dijo el agua.

—Buey, ¿por qué eres tan fuerte que te bebes el agua, que apaga la lumbre, que quema el palo, que pega al perro, que muerde al gato, que se come al ratón, que agujerea la pared, que detiene el viento, que mueve las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?

—Más fuerte es la escopeta, que me mata —dijo el buey.

—Escopeta, ¿por qué eres tan fuerte que matas al buey, que se bebe el agua que apaga la lumbre, que quema el palo, que pega al perro, que muerde al gato, que se come al ratón, que agujerea la pared, que detiene el viento, que mueve las nubes, que tapan el sol, que derrite el carámbano, que quebró la patita de la chorovitita?...

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

4. EL CUENTO DE LA PAMPARRAMPUYA

Recopiladora: Berta Fanjul. 

Lugar: Navalmoral.

Fecha: otoño del 2002

Informante: ella misma.

Los niños piden a menudo a las abuelas que les cuenten un cuento. Petición lógica y sustentada en la milenaria tradición de que las abuelas son seres bondadosos y de paciencia infinita. Pero a veces las abuelas están a otras cosas o simplemente no están muy inspiradas en ese momento, por lo que tienen que recurrir a cuentos como El Cuento de la Pamparrampuya para salir del paso y entretener un rato al mocoso-a.

 

Este es el cuento de la Pamparrampuya,

el de las bragas azules y el culo al revés.

¿Quieres que te lo cuente otra vez?

—Sí.  

 

Yo no te digo que digas ni que sí ni que no,

sino que este es el cuento de la Pamparrampuya

el de las bragas azules y el culo al revés.

¿Quieres que te lo cuente otra vez?

—¡No!  

 

Yo no te digo que digas ni que sí ni que no,

sino que este es el cuento de la Pamparrampuya

el de las bragas azules y el culo al revés.

¿Quieres que te lo cuente otra vez?  

 

......Y así hasta el infinito.

5. LA ASAÚRA

 

Recopiladora: Mª Angustias Nuevo Marcos, nacida en Navalmoral de la Mata.

Lugar: Navalmoral de la Mata.

Fecha: 23-5-2003

Informante: ella misma.

Observaciones: lo aprendió de su abuela o de sus amigas, cuando era pequeña en Navalmoral de la Mata. Este cuento se cuenta de noche, para meter miedo.

Esto era una vez una madre que le manda a su hijita a comprar asaúra, pero la hija se entretiene y no puede comprar la asadura. Entonces se va al cementerio y coge la asadura de una mujer que habían enterrado hacía poco y esa fue la asadura que le llevó a su madre.

 

Cuando la madre y la hija se acostaron, sintieron ruidos y la hija, muy asustada, se fue a acostar con su madre y con mucho miedo la preguntaba:

 

—¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

—¡Cállate hijita-hijita-hijita, que ya se irá!

 

Y una voz de ultratumba contestó:

 

—No me voy, que entrando por la puerta estoy.

 

Y la hija asustada vuelve a preguntar:

 

¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

Y la madre contesta:

 

—¡Cállate hijita-hijita-hijita, que ya se irá!

 

Y vuelve a contestar la voz de ultratumba:

 

—No me voy, que andando por el pasillo estoy.

 

Y otra vez la hija pregunta:

 

—¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

Y la madre:

 

-¡Cállate hijita-hijita-hijita, que ya se irá!

 

Y la voz de ultratumba sonaba ahora más cerca y decía:

 

—No me voy, que entrando en la cocina estoy.

 

Y la hija, muerta de miedo, pregunta otra vez:

 

—¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

Y su madre la dice:

 

—¡Cállate hijita-hijita-hijita, que ya se irá!

 

Y la voz contesta:

 

—No me voy, que subiendo las escaleras estoy.

 

Y la hija ya muerta de miedo pregunta a su madre:

 

-¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

—¡ Cállate hijita-hijita-hijita que ya se irá!

 

Y la voz, cada vez más cerca, contesta:

 

—No me voy que en lo alto de las escaleras estoy.

 

Ya sin poder más de miedo pregunta la hija:

 

—¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

Y la madre, ya también con miedo, contesta:

 

—¡Cállate hijita-hijita-hijita, que ya se irá!

 

Y la voz ya muy cerca dice:

 

—No me voy, que llegando al dormitorio estoy.

 

La madre y la hija ya están muertas de miedo y la hija vuelve a preguntar:

 

—¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

Y la madre contesta:

 

—¡Cállate hijita-hijita-hijita, que ya se irá!

 

Y la voz casi al lado contesta:

 

—No me voy, que entrando en el dormitorio estoy.

 

Y ya con muchísimo miedo, la madre y la hija abrazadas y tapadas con las mantas de la cama, la hija pregunta:

 

—¡Ay mamaíta-ita-ita! ¿Quién será?

 

Y la madre ya más muerta que viva:

 

-¡Cállate hijita-hijita-hijita, que ya se irá!

 

Y contesta la voz:

 

—No me voy .....que ¡agarrándote de los pelos estoy!  ¡AAAAAAAGGHHHHH!

 6. LA GALLINA Y EL POLLITO

Recopiladora: Alba Sanz Piris.  

Lugar: Navalmoral de la Mata

Fecha: otoño del 2002

Informantes: su madre de 40 años, su padre de 50 y su vecina Isabel.

Una vez, un pollito y una gallina decidieron ir a buscar avellanas para comer. Ambos acordaron que iban a repartir a partes iguales todas las semillas que recogieran. Pero la gallina, que era un poco tacaña, decidió no compartir y al encontrar una avellana la engulló y se ahogó. Cuando el pollito fue a verle, le dijo que fuera a por agua. Apresurándose, el pollito le pidió al pozo el agua, pero el pozo le dijo que antes le debía dar un ramo de flores de una novia; el pollito le pidió el ramo a la novia, pero ésta le dijo que antes tenía que ir al zapatero a por sus zapatos; el zapatero le dijo que antes de darle los zapatos le tendría que pedir al cerdo tres libras de manteca; el cerdo le dijo que antes debería traerle un poco de hierba fresca; y el prado como era muy bueno no le pidió nada a cambio. El pollito fue haciendo uno a uno todos los recados, pero cuando llegó la gallina había muerto. Un cazador que por allí pasaba con unas pinzas logró quitarle la avellana y la gallinita se curó feliz.

El rey, que tanto había amado a su mujer, enloqueció. Dado el parecido físico entre la difunta reina y su hija, el rey quería casarse con su hija. Su hija fue pidiéndole cosas que sólo un rey podía conseguir: un vestido con pétalos, otro lleno de perlas, otro totalmente de oro. En caso de que el rey no consiguiese alguno de estos vestidos, la princesa no tendría que casarse con él, pero el rey consiguió todo. El único remedio que tenía la pobre princesa era escaparse del castillo. Su hada madrina le dio un asno que al rebuznar echaba oro.  Cogió sus vestidos y el burro y marchó. Llegó a un reino vecino y se alojó en el castillo, pidiendo trabajo como criada. Estaba cubierta con la piel del asno, por la que la pusieron a fregar los platos. Todo el mundo, incluso los príncipes, la llamaban “piel de asno”. Pero un día, un príncipe vio como la princesa vestía un hermoso vestido que, sin duda alguna, no era ninguna piel de asno. Al poco tiempo, el príncipe enfermó. Simplemente era una gripe, pero como decía que había visto a la chica con un vestido le tomaron por loco. Al poco tiempo la descubrieron. La chica se puso uno de sus vestidos y fue a ver al príncipe. El chico se alegró muchísimo y se casaron en poco tiempo.

7. LA HORMIGUITA Y EL RATONCITO

Informadora: Mª Angustias Nuevo Marcos, a quien se lo contó su madre Alicia Marcos, nacida en Navalmoral de la Mata en 1938, cuando era pequeña.

Lugar: Navalmoral de la Mata.

Fecha: 23-5-2003 

Esto era una hormiguita muy bonita que estaba barriendo la puerta y pasó por allí un burro y le dijo:

—Hormiguita, hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?

 

—Y por la noche, ¿qué harás?

 

Y el burro rebuznó y rebuznó y la hormiguita dijo:

 

—¡Uy, no, no, que me asustarás!

 

Y pasó por allí un gallo y le dijo:

 

—Hormiguita, hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?

 

—Y por la noche, ¿qué harás?

 

Y el gallo hizo:

 

—¡Kikirikí! ¡Kikirikí!

 

—¡Uy, no, no, que me despertarás! —dijo la hormiguita.

 

Pasó por allí un perro y le dijo a la hormiguita:

 

—Hormiguita, hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?

 

—Y por la noche ¿Qué harás?

 

Y el perro ladró y dijo:

 

—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!

 

—¡Uy, no, no, que me asustarás! —dijo la hormiguita.

 

Y después pasó por allí un ratoncito y le dijo:

 

—Hormiguita, hormiguita, qué bonita eres. ¿Te quieres casar conmigo?

 

—Y por la noche, ¿qué harás?

 

—Dormir y callar, dormir y callar.

 

—¡Ay, sí, sí! Me casaré contigo.

 

Y se casaron y fueron muy felices.

 

Pero un día la hormiguita se tenía que ir al río a lavar la ropa y le dijo al ratoncito:

 

—Ratoncito, ratoncito, me tengo que ir al río a lavar la ropa, quédate a cargo de la olla,

destápala de vez en cuando y vigila que no se queme.

 

—De acuerdo, hormiguita, vete tranquila que yo cuidaré la olla —dijo el ratoncito.

 

Y el ratoncito al rato destapó la olla para ver si estaba bien y vio allí flotando un buen trozo de apetitoso tocino.

 

—¡Hum! ¡Qué tocino más rico! Si pudiera comerme un cachito...

 

Y alargó el hocico y alargó el hocico a ver si atrapaba el tocino pero no llegaba y tanto quiso llegar que se cayó a la olla y se ahogó.

 

Y cuando llegó la hormiguita a casa no le encontraba y empezó a llamarle:

 

—Ratoncito, ratoncito, ¿dónde estás?

 

Venga a buscar, venga a buscar y el ratoncito que no aparecía. Y por fin destapó el puchero y allí se encontró al ratoncito muerto.

 

Y la ratita, muy triste, se lamentaba:

 

—¡Ay mi ratoncito que se cayó en la olla y su hormiguita le llora y le llora! ¡Ay mi pobre ratoncito que se cayó a la olla y su hormiguita cómo le llora!

 

8. LA PIEL DE ASNO

Recopiladora: Alba Sanz Piris.  

Lugar: Navalmoral de la Mata

Fecha: otoño del 2002

Informantes: su madre de 40 años, su padre de 50 y su vecina Isabel.

Érase una vez los reyes de un reino lejano, que tuvieron una hija. Mientras que la niña crecía muy hermosa, su madre, la reina, enfermó, hasta llegar a la muerte.

 
 
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